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May 9 11

Un poeta ha tomado la voz

Esta vez no tocaré directamente el tema educativo como centro de mi aportación aunque, sin duda, todo el hacer y ser humano pasa necesariamente por él. Esta vez dedicaré este espacio para exponer el tema que habla sobre la desgracia, la profunda desgracia social que sucede en México, tierra donde millones vimos por primera vez la luz y donde muchos seres humanos nacidos en otros lugares del mundo han encontrado refugio y patria.

Todo el mundo sabe ahora, está enterado con mayor o menor conocimiento del grado de barbarie hasta donde ha sido arrojada la sociedad mexicana por la incompetencia, la corrupción, el disimulo y el crimen que se han apoderado del tejido social.

Las muertes oficialmente reconocidas llegan a las 40,000 en cuatro años, aunque sin duda son datos aproximados que no revelan la verdadera dimensión del drama. Todos esos muertos han sido presentados como meras cifras, como estadísticas, pero no, no son cifras, son seres que en vida tuvieron intenciones de felicidad, anhelos y tanto, los que sirvieron al crimen organizado como los que fueron víctimas totalmente inocentes (muchos niños, mujeres, ancianos y sobre todo jóvenes), fueron arrojados a ese camino por los grupos de poder que han creado esta absurda situación.

Pero hoy, este día precisamente 8 de mayo de 2011, la voz del poeta mexicano Javier Sicilia, cuyo hijo fue muerto víctima del horror desatado en México, condujo a grandes multitudes de mexicanos en todo el país para protestar por esta situación insoportable. Su voz, la voz del poeta ha sido la voz de todos. El poeta ha tomado la voz de todos y a través de la suya hemos hablado todos los que ya estamos ¡hasta la madre! de estas situación.

Aquí debo decir que la expresión ¡hasta la madre! no toma connotaciones ofensivas al ser más querido, sino al contrario, cuando decimos ¡hasta la madre! estamos diciendo que nos han tocado lo más noble, la más puro de nuestra existencia y por eso el pueblo, la gente nos hemos solidarizado todos y de todas las clases sociales para decir:

¡No más sangre, ni un muerto más!

Pedimos a los demás pueblos del mundo ese gesto humano del hermano, del que siente el dolor del otro y lo hace suyo, como alguna vez lo hicieron nuestros padres al dar cobijo y patria a los desplazados de las guerras injustas como la que fue en nuestra hermana España o de nuestra hermana republica de Chile. Pedimos solidaridad.

Seguiremos entonces con la voz profundamente humana del poeta.


Alberto Guzmán Lavenant