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Ene 18 11

Reportaje: Blake Edwards

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William Blake Edwards (Tulsa, Estados Unidos, 26 de julio de 1922 – Brentwood, Estados Unidos, 15 de diciembre de 2010), quedará para la historia del cine como un hombre del renacimiento, capaz de trabajar como director, guionista, productor y actor y de ser el creador de verdaderas joyas de géneros muy distintos.

Cuando era joven le llegó su oportunidad fruto de varios factores casuales que jugaron a su favor. Una de sus novias de juventud le enseñó un guión que estaba preparando para un programa de radio. Al leerlo Edwards lo rehizo y así lo presentaron en el programa. El jefe de la chica quedó encantado con las correcciones que había hecho Blake y posteriormente le consiguió varios trabajos para escribir programas de radio y televisivos. Además se convirtió en su agente.

Pero pese a sus buenas experiencias como guionista y después como actor en películas como Diez héroes de West Point, de Henry Hathaway o en la maravillosa Los mejores años de nuestra vida de William Wyler, en la que hacía un pequeñísimo papel, Edwards tuvo claro que lo que él quería hacer era dirigir, y acertó de pleno en su elección porque los éxitos no tardarían en llegar. Primero en varias comedias protagonizadas por Tony Curtis como Operación Pacífico (1959) y el Temible mister Cory, y después con la que sería su película más conocida, Desayuno con Diamantes (1961), la versión libre del libro de Truman Capote. La historia lo tiene todo, unos protagonistas en estado de gracia, encabezados por Audrey Hepburn y George Peppard, un guión ingenioso que sabe combinar con elegancia y gracia los momentos de comedia y de drama, una música ideal, compuesta por Henry Mancini que coescribió con Johnny Mercer la maravillosa canción ‘Moon River’ y además escenas inolvidables como los dos protagonistas declarando su amor bajo un aguacero o la más famosa de todas, cuando la dulce Audrey canta esa misma canción asomada a su ventana. No hay muchas historias que te hagan reír y llorar casi al mismo tiempo pero aquí Edwards lo consiguió desde su primera pincelada mostrándonos unos protagonistas infelices, insatisfechos con sus vidas que no encuentran el rumbo adecuado, y sólo cuando la situación ya es límite, por fin, consiguen lo más parecido a eso tan efímero llamado felicidad. Hasta ese momento el guión da rienda suelta a situaciones patéticas, divertidas, próximas al surrealismo más absoluto llevadas al extremo aunque sin caer en lo exagerado. Sólo es el mundo de la alta sociedad o de quien pretende entrar en ella.

Si alguien tuvo en algún momento la osadía de encasillar a Blake Edwards en el género de la comedia tendría que tragarse sus palabras al toparse con la poderosa Días de vino y rosas (1962), un espeluznante relato de lo que el alcoholismo puede suponer en la vida de cualquier persona. Para esta ocasión contó con Jack Lemmon (su actor favorito) y Lee Remick, que bordan sus papeles, no en vano ambos fueron nominados para los Oscar de la Academia, y saben dar a sus personajes el dramatismo, la crudeza y el horror que la historia requiere, sabiendo mezclar las escenas de calma y sosiego, que reflejan una pareja normal, feliz y enamorada, con otras llenas de angustia, desesperación y destrucción. Es el drama de la vida misma, de personas débiles o superadas por su realidad, que no encuentran su camino ni las compañías adecuadas.

Edwards, por tanto, dejó bien claro durante su carrera que se sabía desenvolver bien en cualquier género, que tenía la habilidad de adaptarse a cualquier historia y dar el toque personal que más le interesaba. Sin embargo, en la comedia se sentía más cómodo a pesar de la dificultad que conllevaba y sigue conllevando hacer reír al espectador con un humor inteligente, sin caer en lo rutinario. Y lo demostró en uno de los éxitos más redondos del cine cómico de toda la historia del cine, La pantera rosa, con la estupenda interpretación de Peter Sellers dando vida al inspector Clouseau y con secundarios de lujo como David Niven o Claudia Cardinale, sin olvidar la conocidísima música de Henry Mancini, que de nuevo trabaja con Edwards para dejar otra melodía inolvidable.

Probablemente la comedia más redonda de toda su carrera fuera la desternillante El guateque (1968), otra vez con Peter Sellers, que borda su papel de invitado desorientado y fuera de lugar en una fiesta de lujo inglesa en la que provoca multitud de situaciones cómicas y todo tipo de destrozos en aquella inolvidable casa. Edwards no necesita la palabra de los protagonistas para hacer reír al espectador, se sirve de los gestos y de secuencias personalizadas en el protagonista para conseguirlo, en un guiño al maravilloso cine mudo. Y mucho de cine mudo tiene la película La carrera del siglo, una road movie cómica, protagonizada de nuevo por Jack Lemmon y Tony Curtis, que mantienen un mano a mano en una prueba de automovilismo por todo el mundo, con peripecias de todo tipo a lo largo del trayecto.

La vida de Blake Edwards cambiará bastante cuando se casa con la actriz Julie Andrews en noviembre de 1969 con la que adoptó dos hijos, que se sumaban así a los otros dos que ya había tenido en su primer matrimonio con Patricia Walker. Para Andrews realizará el musical Darling Lily (1970) y la hará protagonista de la cinta La semilla del tamarindo (1973), que no tendrá ningún éxito. Después de un paso por el Reino Unido volverá a Estados Unidos para dirigir la película 10, la mujer perfecta (1979), protagonizada por Bo Derek, que esta vez sí fue un bombazo espectacular de taquilla, y lo mismo ocurrirá con Víctor o Victoria, una historia bastante curiosa y atrevida en la que contó en su papel principal con su esposa Julie Andrews y además consiguió una nominación al Oscar al mejor guión adaptado.

Su última película fue El hijo de la Pantera Rosa (1993), un fracaso comercial protagonizado por Roberto Benigni y Claudia Cardinale. Pero al menos, en 2004 recibió un gran reconocimiento, que faltaba de manera injusta en la estantería de su casa, el Oscar, aunque fuera de forma honorífica.

Hace unos días nos dejó Blake Edwards. Se fue uno de los grandes del cine, que si bien no estará en el escalón más alto del Olimpo, quizá ya repleto por la maestría de John Ford, Howard Hacks o Alfred Hitchcock, sí estará en un lugar de honor, muy alto, al nivel de casi todas sus películas. Dio papeles inmejorables a intérpretes de la talla de Jack Lemmon, Audrey Hepburn, Peter Sellers o Julie Andrews, por poner unos ejemplos, y no cabe duda de que entre esos nombres se esconde mucho talento y mucha historia del cine del siglo XX. Era uno de los pocos supervivientes de la vieja guardia americana de la centuria pasada, que se supo hacer su propio camino entre la competencia que suponían directores de primer nivel, irrepetibles hoy día y que formaron parte del sueño americano que hoy perdura.

Sergio Yuguero, España