Juan d´Ors, autor especial en Arte Fénix que, dada su faceta multicultural, aparece enlazado en varias secciones.
Cantante, músico, actor, escritor y productor, además de divulgador de “Tintín” en España.
Nacido el 8 de diciembre de 1957 en Madrid, es nieto del filósofo y crítico de arte Eugenio d’Ors e hijo de Juan Pablo d’Ors Pérez, médico humanista, y de María Luisa Fuhrer, filóloga.
En abril de 1984 publica en La Luna, la madrileña revista de la postmodernidad, un manifiesto ético/estético sobre la corriente de la “línea clara”, el estilo Tintín. Su texto provoca polémica y anticipa la nueva polémica que surgiría en octubre del mismo año con motivo de la exposición “El Museo Imaginario de Tintín” organizada por la Fundación Miró de Barcelona.
Sus novelas Belisa y el explorador de almas y No podrás ser feliz son elegidas consecutivamente para la última votación de los Premios Planeta en 1984 y 1985. No obstante, jamás las publica. Y puede decirse que la mayor parte de su obra narrativa, escrita entre la niñez y su matrimonio y abundante y continuada, prácticamente es inédita.
En 1988 publica su ensayo Tintín, Hergé… y los demás, considerado hoy un texto precursor y una de las mejores síntesis escritas sobre el trabajo narrativo y estético del maestro belga, libro reeditado en 1989. ☺ Se casa en 1990 con Mónica Rabasa, con la que tiene su único hijo, Jorge, nacido en 1993 y con decidida facilidad para la guitarra.
Su traducción de Por un sí o por un no – obra teatral de la francesa Nathalie Sarraute – es publicada en 1994 y saludada por la crítica especializada. La suya es la primera versión española del texto, y conocerá años después una adaptación al habla mexicana en ese país, edición ésta enriquecida con notas del propio Juan d’Ors.
Trabajos literarios:
- Monólogos (Revista “El Invisible Anillo” nº 2, Diciembre 2006)
- Por un sí o por un no (Traducción de la obra de Nathalie Sarraute. Publicaciones de la ADE, Madrid, 1994. Y Ediciones El Milagro, México DF, 2000)
- Tintín, Hergé… y los demás (Ensayo. Ediciones Libertarias, 1988 y 1989)
- No podrás ser feliz (Última votación Premio Planeta 1985; novela inédita)
- Belisa y el explorador de almas (Última votación Premio Planeta 1984; novela inédita)
Texto de su novela «Belisa y el explorador de almas»:
UNA CARICIA
A mi padre
Viviendo la amistad en el instante, el riesgo corre de que el tiempo pase ciego, y nada nos importe el cronómetro, el horario.
Ya es de noche. Es la hora de la cena, de la despedida, pero no importa. El banco en el Parque del Oeste no sugiere el adiós.
Iván y Belisa no hablan. Él ya conoce a la Niña casi. Ella intuye al joven explorador. Por eso no hay palabras. En confiado silencio a veces se está más unido. Se miran, miran el bonito y ancho parque. Todos se han marchado. Les han dejado, sin que gritos de locura desasosieguen el alma del hombre.
Es tarde. Y parece no importar. Rápidos pasan los minutos en lenta compañía. El mundo es de ellos. Los árboles les protegen, los pájaros se recogen en las ramas, la estatua duerme. La caseta del guarda está cerrada. Sopla sólo una ligera brisa sobre las ramas. La luna es llena. Las viejas se marcharon hace tiempo.
Una ternura indescriptible dibujábase en los brillantes lagrimales de Iván y de Belisa.
Sombras pasan sobre la noche, pero ya nada hay sórdido, porque Iván y Belisa están juntos y se quieren con la pureza y la alegría de las fuentes. Juntos y protegidos, nada les vence.
La luna levemente ilumina las descubiertas frentes.
El verano llega y no hace frío. La Niña lo ha estudiado todo y aprobará, por fin, el curso.
Pero en sus mentes no hay preocupaciones. No hay ni exámenes ni trabajos en prensa. Sólo hay un paisaje límpido y unos ojos indomables, inanalizables.
Se está a gusto en el parque. Merece la pena estar ahí, aunque la despedida sea pronta. No cabe aquí ni tristeza, ni melancolía, ni nostalgia. No yace en ellos ni violencia, ni impureza, ni resentimiento alguno.
El contorneado paisaje les seduce, la piel blanca subyuga a Iván, el silencio misterioso abraza a Belisa.
Un grifo abierto de una cercana fuente ha creado un pequeño arroyo, y el sonido, el aroma y el aire les adorna a lo lejos.
Pierde en la noche la estatua su blancura, pero no su dignidad. Ahí está, velando la piedra la noche y la natura, cuidando de los hombres tardíos, indicando los caminos que algunos, inmóviles, no recorrerán.
Los cuerpos quietos y silenciosos del explorador y de la Niña están muy juntos. Se admiten felices. Repentinamente, la cabecita de la Niña que crece cae sobre el hombro del explorador… ¡y parece tan dichosa…! Iván siente su alma en fiesta. Le vuelve a sobrecoger aquel terror lírico que le invadió en el primer encuentro con la Niña.
Pero esta vez no hay guitarras que conmuevan más la emoción.
Un sentimiento se vuelve mandato. Ha de abrazar Iván a la Niña. Ha de hacerlo. El abrazo, ¡ah!, el sabio abrazo de las profecías viejas del bagaje enriquecido…
Sí, Iván abraza a la Niña. Y Ella, con un atormentado impulso, con una violencia inequívoca en una Niña que es suave, abraza con fuerza al explorador. Ella multiplica las voluntades amorosas de Iván en el abrazo.
A éste se le sobrecoge el corazón. Su garganta llora. Se siente dichoso tras la emoción.
A aquella extraña amistad le faltaba el mutuo abrazo. Después de la palabra, de la exploración y el conocimiento convivido, llegaba éste, el deseado, el tierno, puro abrazo de siempre. Ya todo estaba completo y ordenado. Iván y Belisa habían acabado, reales, su novela.
Los ojos emocionados, alegres, bellos, risueños y tímidos, anhelantes, puros, los ojos de Belisa se posan en mí como esperando algo. Pero yo permanezco impasible. Después de unos segundos, Ella estrecha mi mano, y la acaricia suave y lentamente, entre maternal y amorosa.
Una extraña inquietud recorre la espalda fría de Iván, llega a la frente y le hace latir a contratiempo el corazón.
¡No, Dios mío! ¡Que no llegue el fatal y trágico desenlace! ¡Que no llegue, mi amor, el amor! El beso, el amor sería la despedida precipitada. Dios mío… ¡se acerca la hora!… ¡Que no llegue tan pronto el momento! Espera un tiempo más. ¡Un poco más todavía, por favor! Yo procuraré crear pequeñas distancias en el espacio y en el tiempo… ¡Un poco más todavía, mi Dios…!
-Es tarde, Belisa. Te llevaré a casa. Tu madre debe de estar preocupada, y yo soy el responsable. Vámonos, Niña.
-¿No te quedas un poquito para ver mejor las estrellas, explorador?; ¿no quieres mi abrazo un poco más largo?
-No, pequeña no. Llega ya la tiniebla de la hora retrasada en el reloj. La madre se inquieta en el hogar, el corazón trepida de un modo indiscreto, la pureza quiere esconderse tras los matorrales, los tambores se apagan y ya no dan la alerta, todo se iguala y se confunde para los tímidos. Se alía la noche con los juegos ocultos y los descubrimientos escondidos. Pero el día ha de imponer el trabajo y la Niñez renovada. La noche no hace ruido, mas la luz busca en jolgorio el silencio. Por eso nuestra bendita noche puede engañar, porque nada trata sino modelar nuestro sentido. Ven, vente a casa. Que ninguna lechuza haga brillar nuestro infortunio, que ninguna risa maldiga nuestro encuentro, que ningún árbol esclavo se escandalice y ninguna huella de locura se complazca en sí misma. Que el grito de la mente no rompa el silencio santo, sin señal sucia, no escondido. Que los pájaros puedan seguir durmiendo, pues nuestra mente triunfa sobre nuestra flaqueza. Y que las sombras no tengan que ocultar la perfecta amistad violada. Porque no habrá en nuestros ojos ni chismes, ni convulsiones, ni espacios rotos, ni caricias oportunistas, ni duendes aguafiestas, ni sensaciones sacrílegas. Nada habrá si no es nuestro regreso. El regreso a la madre, el regreso a la cautela, el regreso a la lumbre que acoge a los honestos trabajadores. La caricia sobre tu pelo sagrado será la de tu madre, que ya puede leerte la inocencia en tu madurez. Te acostarás de nuevo con algún osito, y con todos tus muñecos, e Iván, sí, ése sí podrá perderse en la noche iluminada y sensata.
Enlaces de Juan D´Ors en Arte Fénix (haz clic en el nombre):
Juan D´Ors, poeta
Juan D´Ors, actor, director-adaptador
Juan D´Ors, músico
Portada de su ensayo «Tintín, Hergé… y los demás»:
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