Emilio Ballesteros, España

Aynadamar (La fuente de las lágrimas)

Nota del autor:

«Es esta una novela y, por tanto, obra de ficción. sin embargo, algunos de los hechos que se narran en ella están basados en acontecimientos y personajes reales. Del mismo modo que la realidad supera con frecuencia a la ficción, ocurre a menudo que la ficción es más verdadera que la propia realidad, que puede ser vivida de forma demasiado subjetiva, sobre todo si uno está implicado en ella.
He intentado en todo momento ser imparcial y ajustarme a los acontecimientos históricos de la manera más objetiva que me ha sido posible. Para recrear el ambiente con la mayor fidelidad y para obtener datos que me ayudaran a moverme con soltura en aquel acontecer y en aquel tiempo, he necesitado la inestimable ayuda de numerosos libros, páginas de Internet, documentos, consultas a especialistas y otra gente relacionada con la temática. Sería  demasiado prolijo nombrarlos a todos y, con toda seguridad, injustos los olvidos inevitables. Desde aquí, mi agradecimiento a todos ellos.»




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«Dos de enero del año cristiano de 1492. sía segundo de Rebí I.ª de 897. Desde el tajo más escarpado de Sierra Elvira, orientado al sur, podía observarse el espectáculo en toda su intensidad. Era una escena increíblemente bella, aunque cargada de muy distintas emociones para cada uno de los tres amigos, de entre 18 y 20 años y aficionados a la poesía (esa afición los había unido). Contemplaban absortos, hundidos en un mutismo que impedía que cada cual pudiera percibir lo que sentían los otros.
La Vega de Granada, desplegada en sus amplios espacios, se extendía hacia el sur y el oeste hasta las lejanas montañas de Sierra Nevada y la Sierra de Alhama. En sus abiertos paisajes ,los bosques manchaban los bordes de la elegante serpiente del río Genil, y apenas algunas tímidas lomas se atrevían a romper la llanura exuberante de aquel privilegiado territorio que tanto amaban los tres y en el que habían tenido la suerte de venir al mundo y crecer.
Lo que ocurría aquella mañana era algo que se estaba viendo venir hacía ya y que iba a suponer cambios drásticos en sus vidas. Era demasiado tiempo de divisiones y luchas internas entre los que tenían que regir los destinos de aquel Reino tan envidiado fuera. Los reyes cristianos cada vez contaban con más fuerza y apoyos, unidos por fin después de muchos siglos de guerrear entre ellos. Granada, sin embargo, estaba cada vez más aislada; envidiada por su belleza y su esplendor, pero aislada y acosada por unos y otros. Encima desgarrándose una y otra vez con sus propias luchas internas.
Una extensa llanura al norte de la colina del castillo del rey estaba ocupada por las tropas de uno y otro bando. En el lado norte los soldados cristianos, relucientes de mallas, armaduras, pendones y estandartes, ebrios de poder y exultantes por el sentimiento de victoria. En el lado sur, la tropa musulmana, con todos sus guerreros abatidos y humillados por el peso de la derrota. Boabdil el Chico estaba entregando a los reyes cristianos las llaves de la ciudad.
Para Rodrigo era un día de alegría. Había caído su ciudad, pero a manos de los reyes cristianos. No sólo no tenía nada que temer; más bien eran ventajas y prosperidad lo que le podía llegar en adelante. Su vida en una casa de labranza en tierras de la alquería al Albolote (al-Bulut) no había sido especialmente dura bajo el poder de los reyes musulmanes, pero sin duda ahora todo serían mejoras para los cristianos, que no tendrían que soportar el predominio musulmán en todos los asuntos públicos y su ofensiva arrogancia en todos los órdenes: culturales, económicos y políticos; además de os religiosos, por supuesto.
Sus dos amigos, Samuel, el judío, y Yahya, el musulmán, vivían la escena con un ánimo muy distinto. Sus espíritus albergaban serias dudas sobre su futuro próximo y negros presentimientos les hacían sentirse embargados de un oscuro temor.
—Malos tiempos nos esperan —exclamó Samuel, rompiendo el prolongado silencio, en castellano, que era la lengua en que hablaban entre los tres por ser la única que conocía bien Rodrigo, pues en su casa, aislada de la alquería y alejada de todo núcleo habitado, apenas tenían relación con la población, mayoritariamente musulmana y de lengua árabe, por lo que nunca tuvieron necesidad imperiosa de hablar ese idioma y Rodrigo, a lo largo de su vida, apenas llegó a conocer de él algo más que unos pocos rudimentos imprescindibles para desenvolverse en sus escasas salidas a los núcleos poblados cercanos (Albolote y Granada, sobre todo).
—No veo por qué —replicó Rodrigo.
—¿No lo comprendes? —dijo Yahya— Los reyes cristianos no entienden esta tierra, ni la aman, ni saben nada de nuestras costumbres, o no quieren saberlo, ni de nuestra cultura, ni de la forma en que hemos hecho prosperar nuestra tierra. Esto será el fin de Granada.
—¡Cómo se nota que habla tu corazón musulmán, Yahya! —dijo rodrigo— Lo cargas todo de tonos negros y de pesimismo interesado. Estos reyes que vienen han hecho prosperar sus territorios tanto como nosotros el nuestro o más. Y han firmado con Boabdil unas generosas capitulaciones por las que se comprometen a respetar vuestras costumbres y vuestra cultura…
—No la entienden. Difícilmente se puede respetar lo que no se entiende —observó con tristeza Yahya—. Y en cuanto a esas famosas capitulaciones firmadas pr el rey cristiano y Muhammad Abu Abdallah, habrá que ver hasta qué punto las respetan.
—Son reyes honestos —insistió Rodrigo.
—Son reyes ambiciosos —replicó Yahya—. Y, al fin y al cabo, son reyes. Las respetarán mientras les interese y no les causen problemas, que será, me temo, bien pronto. Además, dentro de poco se irán de Granada y dejarán esto lleno de aves de rapiña que ni saben ni quieren saber nada de capitulaciones ni de palabras dadas. Ya pasó en Alhama, en Guadix y en otros muchos lugares anteriormente.
—No lo creo —dijo rodrigo secamente— y, en todo caso ,Granada es algo muy diferente.
—Yo no espero nada bueno de esto —espetó Samuel sin más explicaciones.
Y el silencio, espeso como una niebla, volvió a apoderarse de aquel cerro. En la cercana Atalaya, y en la más lejana fortaleza de la Alhambra, ya lucían banderas cristianas.

Abril, año cristiano de 1999. Isidoro López, D. Isidoro, como le conocían sus alumnos de primer ciclo de secundaria, estaba destinado como maestro en un pueblo de la Vega de Granada… »

(págs. 11-13)


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Contraportada:


Aynadamar (La fuente de las lágrimas) es una aventura con dos tramas paralelas de final sobrecogedor a pesar de sus conocidas referencias históricas: la Granada de finales del siglo XV y principios del XVI. La transición entre la ciudad musulmana y la cristiana es vivida de forma muy distinta por tres jóvenes amigos unidos por la poesía y separados por sus religiones: judaísmo, islamismos y cristianismo. en la misma ciudad, a finales del siglo XX, un profesor de historia encuentra una serie de documentos antiguos que le llevarán a descubrir, junto con un grupo de alumnos, algunas de las apasionantes y dramáticas experiencias que vivieron tres jóvenes granadinos de otra época.

Emilio Ballesteros (Albolote, Granada), ha publicado, entre otros, los poemarios Ojos de corazón y fuego (Premio Villa de oeligros, Diputación de Granada, 1995); La luz en las flores (ayto. de Armilla, Granada, 1999); Trilogía del silencio Ed. Dauro, Granada, 2004) y Mi nombre es Nadie (Ed. Port Royal, granada, 2007). También cuenta en su haber con varias obras teatrales, como El Kiosco de Benito (Primer premio de teatro del Ministerio de Educación y Ciencia, 1983) o Las estrellas no tienen puntas (Premio de teatro Alcázar de San Juan, Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan, 1992). En cuanto a su obra narrativa, destacan El negro (Premio de novela corta Olula del Río, Instituto de Estudios Almerienses, 1998) y La baraka (Ed. Dauro, Granada, 2005). Igualmente merecen mención especial sus libros de ensayo 21 etapas de un viaje en espiral (2º Premio Otoño de Libros en Málaga, Granada, 1981) o El Mago (Ed. Axis Mundi, Bogotá, 2006).

Incluido en antologías publicadas en España, México y Chile, de su obra se ha escrito en revistas y medios de España (Qué leer, Alhucema, Extramuros, Ficciones, EntreRíos…). Alemania, Italia, francia, Marruecos, EEUU y casi toda la América hispanohablante. Ha sido traducido al italiano, alemán, francés, árabe y portugués y es director de la revista literaria Alhucema.

Aynadamar (La fuente de las lágrimas), es un libro que os cortará el aliento y os encogerá el corazón. Cuando terminéis de leerlo, tal vez gritéis como yo: «¡Viva la unión de culturas, el respeto, la concordia y la solidaridad!»

Viajad sin miedo por este libro que, desde Arte Fénix, os recomiendo… Disfrutaréis el viaje y sacaréis buen provecho de él.

Mara Romero Torres

info@artefenix.net


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