El padre desnudado

Autor: Ramón Serrano

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💧He guardado para hoy la imagen de un padre 💔

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Hoy hay alegría en abundancia: hijos que se acercan a darle un abrazo a su padre y a desearle felicidad; padres que esperan con ansia que sus hijos lleguen a darles un abrazo y a pasar un rato con ellos; padres que reciben el dibujo que su hijo o su hija le ha hecho en la escuela diciéndoles, con letra garabateada, «te quiero, papá»… Padres que han hecho por sus hijos todo lo que han podido y de la mejor forma que pudieron o supieron hacerlo; pero padres todos que se han movido y se mueven por amor y, como las madres, sin esperar nada a cambio.


Luego están los otros padres: los que no están, los que se fueron con arrugas en la frente, callos en las manos y llagas en el corazón. Los que tuvieron que aprender a sobrevivir para seguir viviendo. Cada uno sobrevivió como mejor pudo y supo. Algunos tuvieron que salir de tal forma de aquel azote que quizá no dijeron te quiero lo suficiente porque la misma coraza, en la que habían tenido que introducirse para protegerse, les impedía demostrar abiertamente sus sentimientos. Los habían enseñado a la fuerza a ser duros con ellos mismos y con los de alrededor.


Todos los que se han ido de este mundo se han ido desnudos. Y desnudos nos iremos todos cuando nos vayamos. Lo terrible no es irte sin nada. Lo terrible es que te dejen desnudo en vida porque aquí no es tu cuerpo lo que dejan sin ropa a la intemperie, es el alma. Y un alma desnuda se convierte en un alma vagabunda que se acerca al primer rayo de calor que le ofrece la vida, a cualquier gesto de amor que se le ponga en el camino. Porque las noches del alma son crudas cuando te han despojado de ser tú mismo.


Por todo esto, «El padre desnudado» va mucho más allá de ser un recorrido por la historia de la memoria, o lo que es mejor, por la memoria de la historia. Viajar por sus páginas no es sólo tener noticia de un tiempo que jamás tenía que haber existido de la manera que existió el tiempo de Pepito, el padre con nombre cariñoso de niño, que hoy celebraría su santo (y al que después de leer su historia es imposible que no le envíe mi abrazo). Viajar por este libro es volver a ese baúl de familia que guarda pasajes que jamás hubiera querido escuchar porque yo no formaba parte de aquellos odios, pero ellos sí y por eso los contaban. Necesitaban contarlos para arrancarse el frío que envolvía sus almas y éste es mi tiempo. Como lectora identifico y siento el durante y el después de la desnudez, por haber sido el diván donde se desahogaron aquellos que amé y que se fueron también desnudos de cuerpo y alma.


¿Qué pecado cometieron los padres desnudados? ¿Qué hicieron que no merezca perdón y comprensión? ¿Qué estamos esperando para cortar en seco el mal recuerdo de la atormentada memoria y llegar a ellos con el amor que no tuvieron y vestirlos de luz con el nuestro?


Sabemos que los opuestos son uno, son la cara y cruz de la vida. Entonces, por qué no le damos ya la vuelta a la cara del odio y miramos la otra cara, la del amor. Que ésto es, a fin de cuentas, lo que Ramón Serrano nos dice en «El padre desnudado». Y, si el hijo acaba declarando su amor a un padre escaso y muchas veces ausente porque llega a comprender la desnudez de su alma, qué razón puede haber más poderosa que impida la reconciliación con nuestro pasado: Pepito, fue un padre del bando republicano que murió desnudado; Antonio (mi abuelo), fue un padre del bando nacionalista que murió desnudado; Pedro (mi padre), fue un padre del bando republicano que murió desnudado. Todos a su manera fueron víctimas del odio de su tiempo y todos murieron desnudados porque no hay alma que pueda irse vestida ante tan sanguinaria crueldad. En ninguna guerra hay vencedores y en aquella que nos mancha, perdieron todos y todos perdimos y seguiremos perdiendo, si no le damos la vuelta a la moneda y acabamos con los rescoldos del odio.

Hoy, 19 de marzo, Feliz Día del Padre a todos «los padres desnudados»… Y que la historia no nos vuelva a hacer sangrar ni nos deje desnuda el alma.

Muchísimas gracias, Ramón Serrano Balasch, por remover en la memoria la historia que clama amor.

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Mara Romero Torres


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