Jean Giono

«El hombre que plantaba árboles»

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Para los árboles, nuestra esperanza

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Hay cosas que están ahí, que siempre las hemos visto ahí y, quizá por eso, pensamos que seguirán estando o quizá sea que no pensamos que dejarán de estar y, sin embargo, se están yendo, nos están pidiendo ayuda y colaboración porque se están muriendo y en muchos sitios ya han desaparecido… Somos muy limitados, no, rectifico, nos hemos hecho muy limitados, si dedicáramos tiempo a conocernos veríamos que no lo somos, tenemos la extensión de la verdadera naturaleza que nos ha creado, aunque aún no lo sabemos porque no nos observamos como es debido. Así que si no se nos ocurre pensar que podemos hablar con esas cosas, cómo vamos a pensar que esas cosas nos hablan, ah, claro, algunos pensaréis que eso no es posible, ¿verdad? Estamos tan cuerdos, tan cuerdos, que por eso andamos locos. Pareciera que destruir es la norma y destruirnos la meta.


Hay demasiado ruido en nuestra mente que nos impide vivir un presente sano en buenas condiciones; pero hay una salida: callarlo, si lo callamos se activa la observación y observar es fundamental para conectar con el alma de esas y de todas las cosas, para conectar con el alma del ser y de todos los seres. Claro. Para que esto pase los pies deben estar en el suelo, no en un pedestal; la mirada en la amplitud del universo, fuera de nuestro ombligo, y la intención puesta en que nuestro trabajo esté realizado para un bien común.


La conexión de dos naturalezas: la exterior del planeta y la interior del ser humano se hace urgentemente necesaria. Las dos corren peligro.


«El hombre que plantaba árboles» es un cuento que, entre imágenes y tamaño de letra más que confortable para la vista, ocupa no más de 62 páginas y veo esto de la letra grande como algo que va más allá de hacer cómoda la lectura, que también, por supuesto; al agrandar la letra veo el propósito de ampliar la visión para que se acceda dócil y fácilmente al mensaje tan bello que transmite y que lleva en su sencillez su grandeza.


Es un cuento pequeño grande que no en vano es un clásico de la literatura. Se lee rápido, pero es conveniente leerlo despacio porque cada palabra es un destello de puro amor a la naturaleza, ese paraíso que estamos perdiendo… Esos paraísos que estamos perdiendo.

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Mara Romero Torres 🌹


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